Recientemente visite a una longeva amiga, la cual respeto como a una madre por sus años de experiencias, y me habló muy fuerte en términos de crítica, acerca de cómo percibe mi vida. Me decía que yo necesitaba una transformación personal… todo referente a mi manera tan independiente de vivir. Me comentó entre muchas cosas, acerca de que los seres humanos, no están concebidos para vivir en soledad. Seguramente notó la necesidad de recordármelo una vez más.
Al salir de su casa, acudí tranquilamente hasta el mar, me senté a la orilla y reflexione mucho sobre todo lo que me había dicho, dándome cuenta de que en realidad siempre tengo el mismo comportamiento y así las cosas nunca cambiarían.
Pero, me pregunte si realmente, ¿debo o necesito cambiar mi personalidad?
Soy de los que creo, desde hace muchos años, que nadie puede escapar de su propia sombra y en mi caso particular, mi mayor conexión es conmigo mismo.
Para mí, estar conectado con uno mismo, significa conocer mi propia historia y reservar mi espacio para gestionarlo emocionalmente; implica también honestidad y coherencia con mis principios, voluntad de escucharme y aceptarme, además de cuestionarme mis propias creencias.
Suelo viajar solo, escucho la música de mi agrado, me doy el espacio para exponer mis ideas mediante la escritura, disfruto del ambiente natural; de meditar tanto me sumerjo en agradables fantasías, disfruto caminar a solas, pero sobre todo las cosas identifico y doy rienda suelta a mis emociones, me aferro a gestionar mi tiempo, escojo con quien comparto mis silencios, secretos y mis preguntas.
Es una conexión tan fuerte que he creado mi propio lenguaje, transformándose en una conexión espiritual; mediante la palabra, los sueños, sonidos y percepción de la vida.
Quizás no fue un mal consejo, pero al mismo tiempo, no es fácil dejar de ser quién eres.