Alegría contagiosa

Hace apenas unos días, conocí una muchacha de 31 años, que por su nombre identifiqué que podía ser rusa.

Llevaba un bebé en sus brazos y además cargaba una maleta. La ayude con su maleta y un pequeño bolso de mano. Comenzó a hablar conmigo muy entusiasta en inglés y cuando me hizo la primera pregunta le respondí tímidamente en idioma ruso.

Me preguntó asombrada si sabía hablar ruso, le respondí, además de hablarlo y leerlo, también podía escribir. La conversación continúo todo el tiempo en idioma ruso.

Le pregunté el sexo del bebé y me respondió que era un niño de solo tres meses, y que su fábrica solo producía sexo masculino. Ante tal comentario, le volví a preguntar que, si con su edad, aún estaba dispuesta a buscar una hembrita y me dijo que si, pero me puso como condición, no con el mismo marido, ya lo habían intentado tres veces y las tres veces solo crearon niños.

Pasó unos minutos y hace una llamada, comienza a hablar en idioma ruso con su madre y su hijo mayor, yo que lo entendía todo me llamaba la atención el tema de conversación en mi presencia, hasta me tuve que reír de la manera tan graciosa en la que hablaba con su familia.

Al terminar esa llamada hace otra y comienza a hablar en perfecto español. En ese momento la mire y sonrió tímidamente, está conversación fue muy tierna con su hijo mediano quien estaba en República Dominicana con su nana.

Al colgar le comenté que era una madre muy especial, no solo por las cualidades que me había mostrado, sino también por la manera tan dulce que hablaba con su hijo. Tuve que por obligación preguntarle la edad de ellos y dónde estaban, respondiendo que el mayor está con su madre en San Petersburgo y el del medio con su nana en República Dominicana. Le pregunte cómo aprendió a hablar tan bien el español, y me responde que el otro trabajador de la fábrica que hace solo varones es dominicano que se conocieron en New York y luego se mudaron a República Dominicana.

 

Hubo dos cosas que me llamaron mucha la atención de ella. Sus emociones, no había conocido una rusa con semejante sentido del humor, las emociones tan agradables que creaba a su alrededor.

Me confesó que eso lo aprendió de los dominicanos (entre otras cosas).

 

Lo segundo que me llamó la atención fue cuando le pregunté por pura casualidad en qué día y mes había nacido y solo tenía dos días de diferencia conmigo.

 

Parte de mi triste historia la vi reflejada en ella, a pesar de las decisiones que tuvo ella que tomar para hacer semejante sacrificio quizás hasta por sus propios hijos. El mundo de hoy es muy diferente al de hace 30 años podemos estar lejos y al mismo tiempo estar muy cerca.

 

Siempre busco en cada historia la experiencia que me aporte algo nuevo y positivo. Descubrí que la alegría es contagiosa y que una vez más, las almas que tiene algo en común siempre se juntan.

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