Arte de una realidad

Trascurría enero del año 2017, no nos damos cuenta de que, día tras día las temporadas pasan y el tiempo se nos va.
Llegado febrero Gerónimo que llegaba a 50 años sin apenas notarlo, …según él, muchos decían no lo aparentaba… y se vio de repente en la cama de un hospital.

La causa que lo había llevado allí era una tremenda infección en un pie, aun el desconoce el porqué de la infección, no recuerda aun haberse dado golpe alguno ni haber recibido alguna herida, paso en menos de 24 horas de pensar tener una gripe a la posibilidad de perder una de sus piernas.

Tras contratiempos en el hospital, toman la decisión de operarle sin garantizar que cuando despertara de la operación tuviera sus dos piernas, las expectativas eran confusas debido a la información con que los médicos contaban.

Una de las grandes preocupaciones era someterse por primera vez a una operación de anestesia general, teniendo como antecedente que su madre nunca despertó de la anestesia general de una operación a corazón abierto, sumando a eso la posibilidad de verse de repente sin una de sus extremidades inferiores cuando aún sentía motivación por la vida.

Determinaron practicarle la operación de manera inmediata que fuera posible, cuenta que nunca había estado en un salón de operaciones y mucho menos con tanta tecnología a su alrededor, así todo, amante de la misma, no le dio importancia a nada y solo le reprochaba a la enfermera, el porque era normal que tuviera la presión alta antes de ser sometido a la operación.

Cuenta que cuando entro al salón le preguntaron que si podía por sus propios medios acostarse en la mesa de operación; respondiendo que, si aún tenía las dos piernas claro que lo podía hacer.

Al despertar de la operación, en la sala de recuperación lo primero que trato de ver era si aún tenía dos piernas, no alcanzo a ver bien, pero sintió que aun tenía la que le preocupaba, además de tener una gran máquina conectada a ella.

Pasaron varios días en recuperación; meditaba solo la mayor parte del tiempo, sus mejores compañeros eran los útiles que tenía a su alrededor … un vaso para tomar agua, un peine para peinarse o un andador del hospital para llegar al baño… cuenta que fueron muchos días difíciles, donde no faltaron las notas escritas para familiares o amigos cercanos; aquellos que merecían una disculpa por haberlos dejado en medio del camino de la vida.

Sentía muy pocos halagos, los que recibió solo provenían del personal médico que lo atendía, alegaban que era el mejor paciente, el más tranquilo del piso. Nunca tuvo la expectativa de que lo visitaran, quien lo visito, se llevó todo el mérito posible de agradecimiento, las visitas eran una sorpresa divina ya que nadie sabía las condiciones por la que pasaba y si recibía alguna visita, su primera pregunta era, como se habían enterado de que estaba allí.
Una de ellas, cuenta que solo sentir los pasos en medio de aquella tranquilidad de alguien acercarse a su habitación sabía de quien se trataba, tenía tan pocos amigos posibles que los visitaran que podía reconocer sus pasos estado acostado de espalda a la puerta de la habitación del hospital.

Pasaron tres largos meses siguientes conectado con una maquina a su pie, solo salía de su casa una vez por semana gracias a una amiga que, en su único día de descanso, lo llevaba al doctor para que lo examinara y ejecutaran los procedimientos médicos de rutina. Se sentía tan aferrado a querer superar esa etapa de su vida que lo más importante era la atención a su pie.

Ese tiempo sirvió para darse cuenta de que muchas cosas tenían que cambiar, muchas cosas dejaron de ser prioridad y otras tomaron su lugar. Hasta ese momento no había sentido el valor que tiene en parte ser familia, el valor que tienen los seres humanos en socializar y compartir la vida en grupo.

Al tener tanto tiempo disponible, escribió, medito, sufrió, sintió decepción, perdió motivación, se dio cuenta que en la vida no solo la materia es importante, también hay que dejar un espacio para la espiritualidad y para todo lo que los seres vivos somos capaces de experimentar, pero de todas las emociones la decepción y la traición fueron las que más dolieron.

Envuelto en una profunda depresión emocional encontró algo que lo ayudo a salir de ese vacío en que se encontraba, con la aprobación de su médico para poder dar algunos pasos decidió manejar.

Manejo, manejo y manejo, fue capaz de desahogar toda su vida con cualquier extraño que se sentó a su lado, no importara si fueran viajes largos o cortos, cuando sentía la necesidad de contar, narrar, hablar o reafirmar los valores en los que creía y sentía lo hacía sin ningún tipo de vacilación.

Tuvo momentos en los que sintió que la esperanza era lo que quedaba por ver. Una amiga le confía objetos de gran valor económico y emocional, argumentando que solo en él podía confiar; otra amiga lo conmueve para que escriba así sea parte de su vida y otra familia lo acoge por sus valores, sentimientos y la forma en que concibe la solución a sus propios problemas, pequeñas señales le fueron haciendo ver que aún tenía argumentos para levantarse y continuar.

Lejos de cambiar algunos valores que le daban sentir a su vida, reafirmo que:
– Se debía tomar el tiempo que fuera necesario, sentir el alivio del dolor emocional y ver todo con más claridad es algo que requería tiempo, dejó que la herida sanara y se aseguró recuperarse por completo para darle la bienvenida a nuevas oportunidades.
Al final fue benévolo consigo mismo y confío en que todo pasó porque algo mejor estaba por venir.
– Fue consciente de su sufrimiento, tuvo la capacidad de observar el dolor, las angustias, las frustraciones y todos esos sentimientos negativos que nos hacen pensar que todo está oscuro, eligió no identificarse más con las malas experiencias, dejó de alimentarse a diario con eso que le sacaba a flote el dolor.
– Se dedicó tiempo a solas para alimentar su autoestima, pudo sacar sus mejores cualidades para hacer una mejor versión de lo que era.
– Evito tomar decisiones apresuradas a causa del dolor psicológico, lloro y medito mucho antes de decidir lo que en verdad deseaba hacer.
– Dejó de aferrarse, gran parte de su problema era el resultado de ese deseo apasionado de aferrarse a que la actitud de los demás debía ser como la de él mismo y no es así, cada cual va por la vida según la versión de sí mismo.
Algunos de los momentos que marcaron su vida para siempre fueron:
– El día que unos amigos le preguntaron qué hacía en chancleta en su negocio y le respondió que eso no era importante, la importancia radica en que tenía sus dos pies, sin dar más explicación.
– El día en que se volvió a poner zapatos.
Hoy en día, sigo escuchando todas las experiencias vividas por él, con nadie más, él se siente mejor compartiéndolas que conmigo, me ha dicho que no le dé importancia a las cosas negativas que el paso y que no deje nunca de valorar la vida por el amor y el respeto a los demás.

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